miércoles, 20 de febrero de 2008

Sobre la Obra / por Gabriel Penner

Una mujer y un hombre se conocen en la soledad de la estación de Ciudadela. Ambos han bajado del tren y el amor se manifiesta como el vehículo que desafía lo dado. La obra marca el punto límite entre la comunicación y la incomunicación, un cruce de dudas, vacilaciones e incertidumbres que perfilan a los personajes. De este modo está en juego permanentemente el trauma del entendimiento humano, poniéndose en tela de juicio los mandatos sociales y familiares. A través de acciones, gestos y discursos fragmentados, (en donde se evidencia la procupación del autor en la experimentación del lenguaje) los protagonistas avanzan en una relación amorosa que contradice los dictados del destino. La irrupción personificada de lo prefijado, el destino encarnado, enorme y fantasmal situará la pieza en otro plano. ¿Pueden dos corazones en caos enfrentar al Orden estipulado? ¿Acaso se puede vencer al guión del Gran Destino? De la relación entre la acción singular de los hombres y lo que está por encima de ellos, de lo que se forja como propio y lo que es moldeado o en otros términos, el cuestionamiento incesante de lo subjetivo como cuerpo de deseo frente a lo objetivo como reglas impuestas, en definitiva, de la humana incomodidad se alimenta esta obra estimulante.

La puesta en escena ensambla líneas del naturalismo con el absurdo generando una marca registrada por el nuevo teatro argentino, en donde se enfatizan las situaciones ilógicas de la cotidianeidad. El humor materializa la angustia y la torpeza en la cual se mueven los personajes mostrando que la existencia humana está constituida por una trama deshilachada en permanente lucha con la imposibilidad.

No hay comentarios: